lunes, 19 de junio de 2017

Liderazgo involuntario y el surgimiento de los micropoderes


El sitio del que salían los lideres ya no suele ser el mismo. Hoy en día es posible que surja liderazgo de cualquier rincón. La idea que se extiende es la de un liderazgo distribuido, capaz de emerger desde cualquier rango o fila, en simultáneo y por razones diversas. Con esta posibilidad, el dilema entre si el líder “nace o se hace” pasa a un segundo plano, y le cede espacio a si el liderazgo más bien “surge”; y al surgir se torna en una propuesta adaptativa (responsive). Es un liderazgo emergente que se da cita con necesidades sentidas,  realidades emergentes o circunstancias apremiantes.

El autor Moisés Naim (según Laura Loaeza) refiere a como las nuevas características del poder están configurando el mundo actual. Para esto refiere a que “El poder es cada vez más débil, más transitorio, más limitado” y para esto menciona la fragmentación del poder que resulta en la confrontación entre los grandes poderes tradicionales y los múltiples micropoderes. El autor representa la correlación de fuerzas entre ambos con la imagen de Gulliver atado al suelo por miles de liliputenses que le impiden moverse. Esta era permite ver el poder emergente que repentinamente puede tener un solo hombre. Loaeza refiere a “como los informáticos Snowden o Hervé Falciani, para demostrar la vulnerabilidad de un servicio de seguridad nacional del país más poderoso del planeta, o bien para desvelar información confidencial del banco HSBC con la lista de 130 mil evasores fiscales de diferentes países.” También es posible ver como micro-emprendimientos adquieren en pocos años dimensiones millonarias, o como las redes sociales en el mundo digital facilitan el rápido y masivo posicionamiento de iniciativas en casi cualquier ámbito de la sociedad.

Ahora bien, no solo es preciso considerar el potencial surgimiento de “micropoderes” en esta era, sino también el creciente sentido de incomodidad con el estado de las cosas y el potencial de este último como detonador para pensar en el surgimiento de nuevos liderazgos. Es por eso que es preciso considerar el actuar de alguien que atento al acontecer, y en apego a sus valores, sea capaz de responder a algún estimulo lo suficientemente sentido y relevante que el entorno este lanzando. Según Warren, “Los líderes son sensibles ante las necesidades que los rodea” (2008). Ignorar el entorno es desestimar las señales de un posible llamado a liderar. Cuando la situación, necesidad o realidad apremia y exige transformación, en cualquier ámbito, la respuesta se llama liderazgo. En este sentido es interesante considerar lo que refiere Charlie Smith al conectar liderazgo y los procesos visionarios, “Visión es insatisfacción con lo que es, un claro sentido de lo que podría ser. Comienza en ciertas instancias con indignación del estado actual de las cosas y deviene en la seria búsqueda de una alternativa”. Aunque no siempre donde hay una necesidad de cambio hay necesariamente un llamado a la acción; sin embargo, lo que sí es más fácil reconocer es que donde hay un llamado es porque de seguro hay una necesidad que suplir, y es preciso que el líder tome consciencia de la misma, y pueda distinguir si ha de abordarla o no.


Es posible entonces considerar el tinte de “involuntario” que pudiese tener o no el liderazgo. Kouzes & Posner (2007) refieren que “las personas que se convierten en líderes no siempre buscan los desafíos que enfrentan. Los desafíos también buscan a los líderes”. Una interesante historia en este sentido fue la John F. Kennedy que es posible titular, “Ellos hundieron mi bote”:

“En la primavera de 1941 se ofreció como voluntario para el Ejército de los Estados Unidos pero fue rechazado principalmente por sus problemas de columna. Sin embargo, en septiembre de ese año la Armada de los Estados Unidos lo aceptó. Con el rango de alférez, trabajó en una oficina encargada de los boletines y de los informes que se presentaban al Secretario de la Marina. Fue en este periodo cuando ocurrió el ataque a Pearl Harbor. Participó en varias misiones y fue ascendido a teniente, comandando una lancha "Patrulla Torpedera" (PT boat - lanchas pequeñas y rápidas destinadas a atacar por sorpresa grandes buques, cuyo efecto fue comparado con el de los mosquitos). El 2 de agosto de 1943, la lancha de Kennedy, la PT-109, fue abordada por el destructor japonés Amagiri mientras participaba en una misión nocturna cerca de Nueva Georgia en las Islas Salomón. John cayó de la lancha, hiriéndose nuevamente su columna. A pesar de su lesión, ayudó a sus otros diez compañeros sobrevivientes, y en especial a uno al que cargó por estar muy malherido, a llegar a una isla donde fueron rescatados. Por esta acción, recibió la Medalla de la Marina y del Cuerpo de Marines ("Navy and Marine Corps Medal"). Durante su presidencia, Kennedy admitió privadamente a sus amigos que no se sentía merecedor de las medallas recibidas, pues el incidente de la PT-109 fue resultado de una operación militar que costó la vida a dos miembros de su tripulación. Cuando un reportero le preguntó cómo se convirtió en un héroe, Kennedy bromeo: "Fue involuntario. Ellos hundieron mi barco".


En resumen, el ejercicio del liderazgo en esta era está reflejando un surgimiento distintivo en el contexto organizacional y global de quienes se perturban más fácilmente con realidades incomodas y cambiables, toman responsabilidad al respecto en nombre de los valores, movilizan gente y recursos en esa dirección; y perseveran hasta que ven el objetivo de transformación hecho una realidad.

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